Vivimos en una época en la que la riqueza extraordinaria parece provenir de fuentes misteriosas e insondables. Cuando la empresa estadounidense Uber salió a bolsa en 2019, el mercado fijó su valor en 82.000 millones de dólares, una cifra enorme para una compañía de transporte a domicilio con diez años de antigüedad que no tenía ni un coche y nunca había obtenido beneficios.