Una empresa tiene muchos “cerebros” y “corazones”. Esta es la historia de Cepil, contada por un hombre de mente y pasión
Si no es un récord está cerca de serlo. Hace 28 años que Carlos Sosa Castro es el secretario general del Buró Sindical en la Empresa de Cepillos y Artículos Plásticos Juan Manuel Márquez, de Ciego de Ávila, y lo dice sin que asomen en sus palabras el hastío o el cansancio. Ha visto pasar ya cinco cuadros de dirección y los nombra y menciona sus cualidades sin mucho esfuerzo. Este hombre es uno de los corazones de Cepil.
Bromeamos con que podríamos ser familia, pero hay mucha distancia entre el origen de sus Sosa y el de los míos; por eso dejamos allí la búsqueda de un pariente común para volver al lugar al que llegó siendo bastante joven, con conocimientos de mecanización. El hoy Especialista en Mantenimiento entendió muy rápido que, además de mecánica, aquello necesitaba electrónica… y química.
Sin esos conocimientos habría sido imposible mantener funcionando todas las máquinas de que dispone la empresa. Desde la Fiborsin italiana que “cayó del cielo” en los ´90, hasta las más modernas chinas Haixing, con unos brazos robóticos con sistema IML (in mould labelling/ etiquetado en molde), que es, casi casi, el último grito de la técnica.
• Empresa Cepil con empuje tecnológico.
Sosa, como todos lo llaman, se mueve con soltura entre sus dos responsabilidades. Entonces con la misma vehemencia explica cómo adquirieron el equipamiento para fabricar los vasos desechables de poliestireno que, inicialmente, sólo compraría Cubana de Aviación, hace más de una década, —y que después de no pocos litigios han podido comercializar entre quienes los soliciten, pues Cubana disminuyó su nivel de actividad y, por ende, necesitó menos vasos plásticos—, que lo difícil que ha resultado el año 2021 para la entidad.
Aunque Cubana no es el único cliente, los vasos desechables mantienen el rotulado porque los moldes no se pueden cambiar. Se fabrican con materia prima virgen
De esto último abunda, porque sabe que es la fuente de ingresos de los trabajadores a quienes representa. Frunce el ceño para confirmar que el plan técnico económico se quedará en un 70 por ciento de cumplimiento. A una fábrica dependiente, en lo fundamental, de materias primas importadas, los efectos combinados de la pandemia de COVID-19, la paralización mundial del comercio y el bloqueo, le han dado justo en el corazón.
“La gente dice que lo del bloqueo es muela, porque a veces no entienden cómo les afecta. Pero si una naviera te dice que te deja la materia prima en un tercer país para no entrar a Cuba, ahí lo sientes, pues tendrás que buscar otro flete. Ese trasiego encarece, luego, el producto final. Y eso nos pasa siempre”.
Les ha sucedido este año, en el que el transporte marítimo internacional se redujo a niveles desconocidos, y hasta los vuelos comerciales. Por eso los técnicos chinos que asistieron en la inversión de la línea de cubetas plásticas todavía no vienen a echar a andar los brazos robóticos y, también por eso, los envases de distintos tamaños que han podido producir no llevan las etiquetas fundidas en el molde, como debe ser.
Pero Cepil, con todo y su plan incumplido, no ha dejado de trabajar, no ha caído en pérdidas y hasta ha podido repartir utilidades trimestralmente. Sosa lo dice con orgullo: “nuestro índice de interruptos se mantuvo muy bajo, ya que buscamos alternativas para que todos los trabajadores recibieran sus salarios íntegros. En el momento más duro de la COVID-19 conformamos dos brigadas: una colaboró en el cargue y descargue de los botellones de oxígeno en la Empresa de Gases, y la otra en la pesquisa. Sólo unas 20 personas fueron identificadas como vulnerables y se les protegió de acuerdo a la ley. El personal de oficinas que pudo se movió al teletrabajo y el trabajo a distancia”.
Cepil es la única empresa que produce cepillos dentales en el país
Ante el déficit de materia prima virgen e importada, empleada en la fabricación de artículos como vasos, cepillos dentales y pozuelos, el consejo de dirección de la Juan Manuel Márquez, del cual forma parte Carlos Sosa Castro, ha debido salir a buscar alternativas. Y las encontraron.
La Agroindustrial Cítricos Ceballos utiliza en sus procesos productivos unos envases con forma de caja, a los que deben picarles una parte para poner dentro grandes bolsas asépticas en las que almacenan pulpas de frutas. Esos recortes hoy son comprados por Cepil, convertidos en virutas y reutilizados en la elaboración de artículos que por su uso admiten materias primas recicladas.
Los plásticos reciclados se cortan en pedazos que luego son triturados en los molinos
Gracias a eso, cuando Invasor recorrió las ruidosas naves de la empresa encontró actividad en las máquinas que fabrican urinarios y percheros para la canastilla, uno de los encargos estatales de la entidad. También con materia prima reciclada podrían fabricar, y han fabricado, una parte de las siempre necesarias escobas, pero la UEB Encerdados está parcialmente detenida.
¿Qué falta?, pregunto a Sosa y empieza a contarme cómo se fabrica una escoba. Aun cuando el cabo pueda hacerse con virutas plásticas reutilizadas, las cerdas son, por obligación, importadas. “No tenemos el monofilamento”, dice a sabiendas de que no alcanzo a entender del todo la diferencia entre el polipropileno (PP), el policloruro de vinilo (PVC) y el polietileno tereftalato (más conocido como PET).
Noto que en tantos años el mecánico se ha transformado, además, en químico. Y lo confirmo al pararnos delante de la vieja Fiborsin e ir imaginando, paso a paso y mientras él lo describe, cómo de un poco de virutas plásticas podría hacerse monofilamento, es decir, las cerdas de la escoba.
“Esta máquina llegó en los ´90 para hacer sacos para la Agricultura. Se suponía que haríamos millones de sacos y tendrían salida directa hacia los campos, para trasladar cosechas. Pero al poco tiempo de ponerla en marcha la Agricultura no quiso comprarlos, porque el proceso de recogida de producciones agrícolas era manual y, en el tira y sube a las carretas, los sacos se rompían. Nos quedamos sin saber qué hacer con ella”.
Ese no saber duró muy poco. Cepil puede vanagloriarse de su movimiento de aniristas —que en 2019 y 2020 le valió el Premio Nacional a la Innovación Tecnológica, concedido por el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente—, y enseguida apareció la idea de usar la tecnología italiana para confeccionar las muy socorridas jabitas plásticas, que han sido uno de los sellos indiscutidos de la primera infancia en Ciego de Ávila. Incluso, después de que la empresa trasladara una parte del proceso a Producciones Varias, en los círculos infantiles avileños seguían sugiriendo a padres y madres que compraran ese tipo de jabas, duraderas y modestas.
Ahora la casi obsoleta Fiborsin tiene otro reto ante sí. Junto a sus colegas de Mantenimiento y el resto de los ingenieros automáticos y electrónicos, Carlos Sosa Castro se ha propuesto hacer una línea de extrusión de monofilamentos, que es lo mismo que obligar a la máquina a producir cerdas para escobas con plástico reciclado. “Esto es prueba y error. No hay nada escrito para este tipo de tecnología. Date cuenta de que el panel electrónico es antiguo y hemos tenido que ponerle otros equipos para medir la temperatura y controlar los procesos. Pero ahí vamos. Es nuestro sueño”.
Sosa junto a la vieja Fiborsin que sigue dando pelea
• Consulte aquí el Compendio del Observatorio Científico, Tecnológico y de Innovación sobre la industria del plástico en Cuba.
De lograrlo sería un hito para la industria ligera en Cuba y tendría efectos inmediatos y notables en las finanzas, por concepto de sustitución de importaciones, y en el medio ambiente, pues el plástico es ya uno de los principales contaminantes. Sosa no es un furibundo optimista, pero tampoco un pesimista que se da por vencido ante los desafíos.
Las cerdas todavía no tienen el grosor y la calidad requeridas; lo más probable es que demoren en encontrar la fórmula. A la vez deberán actualizar ciertas piezas de la vieja maquinaria y seguir innovando. Nada a lo que Carlos Sosa Castro no esté acostumbrado.
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